Ambas madres habían
crecido juntas y ese lazo jamás se cortaría, pero nada rotularía ésa relación
hasta que la esculpieran a su forma con las vivencias compartidas.
Con el nacimiento de
él llegaría después de un año y meses su compañero, muchos errores y
aciertos de ambos en la vida serían parte uno del otro, hasta el último suspiro de vida.
Testigo de una
historia que claramente me hace afirmar que los lazos emocionales no pasan por
una arteria y que los sentimientos suelen burlarse de la genética que nos
acierta.
Ambos comparten un
pasado y a ninguno los quebró todavía lo que al otro sí, pero un consejo soluciona cualquier fisura, cualquier quebradura.
El mayor creció con
la vida poniéndole presión y logra coleccionar éxitos y algunas derrotas,
fanático del Rock & Roll, amante de los recitales y enamorado del Club Atlético Boca
Juniors logra comprarse el polo opuesto del menor que es ignorante ante el fútbol,
indiferente ante su gusto musical y desconectado de los recitales, con su rol de
padre curtiéndole la piel y el coleccionista de superaciones personales
constante, con trabas destrabadas y la cabeza a veces desequilibrada pero siempre
sonriendo, siempre aprendiendo, siempre saliendo…
La vida los conectó
eternamente, hoy ambos después de una vida compartida logran estar fuera de
alguna pelea retorcida, cuando alguno sufre ninguno se convierte en juez, es
hora de armar algo y buscar a la paz, ayudarse a conectar y una vez más, ambos
logran leerse y eso es suficiente, es una conexión de-mente.
Tragan los errores, coleccionan las tardes de locura, escriben parte de su
camino uno con el otro, desafiando a la vida y recordando los momentos cuando las redes no cantaminaban la infancia, en los que si el timbre sonaba era hora
de salir a la calle e ir al kiosco a tomar una coca o quizás sólo se trataba de
atravesar esa propiedad privada y disfrutar las tardes de skate con escasos y repentinos momentos de fútbol.
Se esfumó la inocencia tirando una bomba humo, quedó en el pasado pero latente en el presente comprando a veces recuerdos del pasado y sólo recordando.
Y llegó el momento de crecer, dejar atrás la niñez.
El mayor alcanzó algunos objetivos y sigue siendo el mismo, nunca perdió los estribos, se pierde entre
recitales, emociones futbolísticas y la rutina tormentosa, el menor se
convirtió en maestro y le regaló el titulo definitivo de "Tío", y
sigue siendo igual de indiferente ante los gustos de él como cuando lo conoció
por primera vez.
Hace 22 años
coleccionan un libro de anécdotas bajo sus brazos, llenas de risas, llanto y
emociones que los hicieron llegar al colapso, pero nada les ganó, hoy titulando
su relación como primos logran mostrar que no hace falta tanto para seguir
conectados, solo un poco de locura, un par de flashes neuronales y algún
consejo alocado, desequilibrado, acertado pero siempre con la misma sonrisa de los
cumpleaños archivados que de tanto en tanto, vuelven a recordalos.
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