miércoles, 22 de abril de 2020

PINTAMONAS


Con las mismas ganas de volver a pintar, después de velar porque su clientela cumpla con la legislación se sacaba el traje, la camisa, la corbata y llegaba el momento en el agarraba ése abanico con forma de pincel en esa sala donde los bastidores terminaban en el piso por estallarlos una y otra vez contra el piso buscando la "perfección" pero no le importaba lo seguía intentando porque lo mejor de su camino era ése blanco titanio y aunque los números en ése escritorio al ejercer como contador le dieran mejor posibilidad económica ante el sistema sabía que había cumplido un sueño profesional y no personal, ése estaba escondido detrás de la recopilación de información de sus clientes, jugando a ser un hobby que quería convertirse en algo más, no importaba porque él sabía a donde quería llegar y eso era lo único que tenía en la mente latente.
En el momento que todo cambiaba y que su sala se lo tragaba por horas provocándole espasmos a través de lienzos una sonrisa hacia el mismo se hacía presente, la que más vale cuando estamos solos.
Pero llegaba el momento de madrugar, volver al mismo lugar y aunque la corbata lo ahorcaba no importaba porque tenía que amoldarse a la sociedad y al sistema que lo sofocaba pero al terminar con la rutina suicida seguía marcando las remeras que se habían convertido en un uniforme impresentable dónde se podía ver claramente lo que iba coleccionando en secreto en cada bastidor de lino que ocupaba espacio en ésa sala que tiene el poder de ahogar a cualquiera con olor a óleo teniendo la capacidad inconsciente de marcar a cualquiera pero nadie se iba de ésa sala con ninguna marca, porque nadie entraba.
Impactante para cualquier espectador conocer los mundos paralelos de quién seguiría mezclando en su paleta personal números y óleos caminando seguro porque el secreto estaba en sus manos, esa señal ya la había visto, era evidente, nunca fue bueno para ningún deporte, siempre eligió los caballetes.
El camino era seguir viviendo así, saltando de una camisa pulcra a una remera manchada pero llegó quien iba a flashar la sala, fue ése martes del mes de Junio cuando decidió invitarla a cenar y le mostró un lienzo pintado que estaba colgado en la parte principal de su casa y ella sin titubear respondió: "PINTÁS MUY MAL, TAN MAL QUE LE SACARÍA UNA FOTO" y fue ése minuto en el que entendió que todo era mejor de lo que pensaba, empeorar era parte de su arte.
La miró sorprendido y le mostró la sala, ella acompañada de su Nikon D780 y sin pedir permiso empezó a reventar desde todos los ángulos los bastidores que estaban apilados en el piso acomodándolos como si Picasso fuera el que los había pintado, él la miraba sonriendo mientras intentaba entender porque ella estaba en la sala y no en su cama, un momento anormal pero real de su vida que jamás iba a olvidar.
Ella se volvió especial como cada una de las cerdas de sus pinceles  y cada una de las fotografías que ella tomaba, él las analizaba como esos registros contables que estaban siendo olvidados.
Con el paso de los días ella empezó a ocupar un espacio en su sala para flasharlo de a ratos, haciendo foco a través de las redes, con un tripié el arte imperfecta se estaba haciendo presente y después de siete años de no perder el presentismo llegó el momento en el que éste se ausentaría, los libros contables y los documentos financieros ya no importaban, la sala se había convertido en un espacio de dos, el arte junto con el amor formaron una diada, las corbatas empezaron a asfixiarlo, las camisas empezaron a mancharse con morado, el sueño se estaba haciendo realidad, el secreto fué descubierto y ni los números de su matrícula le importaban.
Pasaron los meses y el valor de su imperfección apareció ante el sistema, el económico, estaba cumpliendo el sueño despierto y llegó el día esperado por años tenía que presentarse a la reunión más importante de su vida, como aquel primer día de oficina con los zapatos lustrados, camisa y corbata era momento de renunciar al título profesional y elegir el personal, vivir del arte diluida en la paleta de colores con sus técnicas barnizadas para que las imperfecciones queden brillantes y no dejen de ser un desastre.

ENAMORADO DE UNA FOTÓGRAFA DESAGRADECIDA SIN EMPATÍA QUIEN LE ESCUPIÓ LA VERDAD QUE YA SABÍA Y NO ADMITÍA CAUSÁNDOLE UNA ALEGRÍA RETORCIDA.