martes, 25 de junio de 2019

CARNAVAL 913


Hoy después de diez años recuerdo aquel día como si hubiese sido ayer, con sólo quince años nos tocó atravesar una situación con la que hoy para mí, para él y para muchas personas son difíciles de olvidar.
Vivimos cada día pensando en las consecuencias de aquel día.
Amigos hace una década, por más que los años hayan pasado nuestra comunicación y nuestras risas compartidas fueron interrumpidas por un efecto colateral de la vida, puedo asegurar que la distancia ni los años ni aquel efecto podrían quebrar nuestro lazo, nacidos en el mismo mes, una de las personas que se compró mi infancia de por vida, y que la marcó para compartir lo que hoy aprendo de él, el valor de cada segundo en este lugar, con cada una de las capacidades que tenemos con cada una de las personas que se hagan presente en ella, en los momentos mas difíciles de atravesar para el ser humano.
Fue aquel día cuando empecé darme cuenta que la vida es aquello que te quiebra en décimas de segundos, recuerdo que su primo vino a contarme que la noche anterior él había ido al baño sin su "disparo" contra el asma y que estaba internado a cuadras de casa, no dudé en decirle a mamá que me lleve, al llegar al hospital de niños estaban todas las personas con las que él compartía sus tardes, compañeros de colegio sentados en el piso, familiares desesperados, hermanos quebrados, amigos de la vida shockeados y padres agonizando en una sala de espera.
Los médicos informaron que cuando lo encontraron en la habitación, le había llegado poco oxígeno a su cerebro y que iba a haber secuelas…
Por más que la vida le puso el arma cargada en la cabeza no le disparó, siguió respirando, pero las secuelas fueron fuertes, jamás perdió la conciencia, los recuerdos en su cerebro siguen intactos, y las emociones permanecen vivas en cada latir, con la misma sonrisa, pero con la vida impidiéndole muchas cosas…
Hablo de impedimentos cuando me refiero a ésa comunicación interrumpida, hablo de que ya de un segundo a otro no pudimos sentarnos a tomar una coca en el kiosco que cuenta nuestra infancia y de caminar juntos por nuestro barrio, de que nuestras reuniones se trasladaron a una habitación, y tus cumpleaños pasaron a ser en un living cuando anteriormente los estábamos construyendo en un carnaval donde las bombuchas eran parte de la inversión y el correr era oro en polvo, como ése mes en el que nacimos.
2019, vuelvo a recordar que hoy que su compañera se manifiesta en una silla con dos malditas ruedas y que te tocó despedir a su madre hace poco tiempo sin poder deletrear ni siquiera un "adiós"  vuelvo a recordar sus chistes y su voz antes de que todo esto pase, vuelvo a recordar algo que para algunos es tan normal como rutinario el caminar, el hablar, el moverse y el sonreír…
Y me traslado de nuevo a ése lugar, donde soy su visita esperada, donde son nuestras reuniones hace una década donde tengo que leer cada intención y cada palabra que pudiese llegar a salir de su boca, hacerlo reír aunque te cueste, y abrazarlo aunque no lo pida, no importa, como resultado de toda la situación vivida en su vida, en la mía y en la de todas las personas que tenemos momentos compartidos a su lado, hemos aprendido que la vida es quien te sorprende para bien, para mal, para aprender, para ganar o perder…
Sigo siendo su visita porque después de tantos años me di cuenta que no podría entender sus emociones ni sus intenciones, no se trata de código morse, se trata de nuestros códigos, se trata de nuestros años recorridos uno a la par del otro pero esto no podría entenderlo si no te hubiera conocido hace una vida.

-GUERRA CONTRA EL CEREBRO, GUERRA COMPARTIDA DE AMBOS DESPIERTOS.